A veces la vida nos pone a prueba, bien individualmente o como sociedad.

Hace un año estábamos confinados. Hoy, algunos de nosotros estamos medio vacunados.

Conviene no olvidar lo vivido, cuando en aquellos días la simple rutina de hacer la compra era algo así como alunizar.  “¿Quién baja a hacer la compra?”… silencio.

Incertidumbre y dudas. Estas y otras comeduras de tarro que hoy en día ya no tenemos pese a que sigamos parecido. 

Días en los que al pesar la fruta en el peso del supermercado y pegar la pegatina en la bolsa, esta se te llevaba medio guante y te quedabas mirándote la mano semidesnuda y pensando… “jope”. Miedo. Temor y angustia a ya estar contagiado.

Llegar a casa, lavar concienzudamente las manos… “20 segundos una, 20 segundos la otra… lavar la cara, quitar la ropa… ¿lavar a 60ºC?… ¡qué barbaridad!”

“Los zapatos… ¿dónde?… en el balcón. No…no… no hace falta”.

Cada mañana, al levantarme y mirarme al espejo, unas manos invisibles y gruesas apretaban cada vez más mi cuello, con más fuerza. Cada día, un poco más. De nuevo incertidumbre. Un mundo que se repliega y se envuelve y que empieza a ser invadido por la tecnología.

La tecnología… una paradoja que nos acerca y nos aleja a la vez. Sin embargo, frente a todo esto, ACTITUD. Espíritu de lucha. Tirar p’alante. Poner buena cara. Lo mejor: estar con los tuyos más tiempo. O no, para algunos quizá no. Todo es subjetivo.

Como si fuera una especie de “terapia forzada” salen a flote todos los temores y miedos que guardas en el subconsciente. Y de repente afloran y los dejas salir libres. Reflexionas y tomas conciencia de tu yo, de qué cosas van bien y qué cosas debes cambiar. Un terremoto se empieza a fraguar en tu interior, advirtiéndote de que debes hacer algo. Las claves: ACTITUD y VOLUNTAD.

Un año de “NUEVA NORMALIDAD”. ¡Pedazo eufemismo! Yo quiero la VIEJA normalidad y creo que todos, incluidos los niños queremos LA VIEJA NORMALIDAD, que no todo lo “viejo” va a estar pasado de moda…

Poder volver a vernos las caras. La expresión completa de los rostros cuando explico la lección. Las risas, los llantos, la complicidad… mientras tanto solo nos queda la mirada, que si bien siempre ha sido la única incapaz de ocultar lo que se piensa y se siente, se echa de menos el resto del rostro que la acompaña. Como si fuera un dibujo, tiendo a completar las caras.

Que la voz no suene contenida “buh, buh, buh” dentro de la mascarilla, sino que se expannnnnnnnnda. Que los niños salgan a la pizarra y que estemos todos juntos dejando atrás la semipresencialidad.

Estamos cercenados, sí. Sin embargo, al pie del cañón.

Nuestro trabajo no lo sustituye tecnología ninguna cuando la base de la educación se encuentra no únicamente en los conocimientos transmitidos sino en el contagio de una actitud positiva, de cercanía, de lucha y de ayuda para crecer todos juntos, alumnos y profes. Una fuerza que se retroalimenta.  

ESA ES LA VERDADERA ENSEÑANZA. No es otra cosa que una cuestión de ACTITUD. Fácil de decir. ¿Difícil de hacer? tal vez sí, pero debemos intentarlo.

ES NUESTRO DEBER.

Gracias familias, por estar ahí y apoyarnos y darnos la fuerza necesaria, al igual que vuestros chic@s.

Por Adriana Álamo