“Es más importante lo que Dios quiere hacer con nosotros que lo que nosotros hayamos podido realizar en nuestra vida.”

El P. Alejandro y yo llegamos a Getafe al inicio del curso 2015-2016; él como Representante de la Titularidad y yo como Rector de la Comunidad. Previamente ya habíamos coincidido en las mismas circunstancias en Oviedo desde 2003 a 2007. Y puedo atestiguar que esta frase pronunciada por el P. Alejandro en la homilía del día que celebraba sus bodas de oro sacerdotales, fue su lema a lo largo de su vida.

Quizá durante los cuatro años y poco que ha permanecido entre nosotros, puede haber pasado desapercibido para muchas familias, pues por su forma de ser, no era una persona dada a las grandes manifestaciones. Todo lo contrario: gustaba de la discreción, la sencillez y el saber estar en el momento oportuno donde se le necesitaba sin hacerse notar. Por eso todos lo que de cerca hemos tenido la oportunidad de conocerle y compartir el día a día valoramos profundamente su cercanía, disponibilidad y acompañamiento, como así me lo han hecho saber la cantidad de pésames y condolencias que a lo largo de estos días he recibido.

Un asturiano noble, que después de recorrer prácticamente toda la geografía española en diferentes colegios nuestros (Granada, Tenerife, Coruña, Salamanca, Madrid), llegó al de Getafe procedente de Oviedo, donde (además de ser alumno del mismo) estuvo en tres ocasiones, dos como director y la última de 17 años, de los cuales los 12 últimos fueron también como Representante de la Titularidad.

Por donde pasó siempre hizo lo que mejor supo: entregarse a los niños y jóvenes, sobre todo en la docencia de las matemáticas, y acompañar a los educadores de una manera callada pero siempre presente. Todo esto gracias a que tenía muy asumido lo que nos dijo en la homilía: hacer con su vida lo que Dios quiera de él. Por eso siempre estuvo disponible para todos aquellos servicios y responsabilidades que sus superiores le fueron pidiendo por el bien de la Escuela Pía y los colegios en los que estuvo.

Fue en febrero de 2018 cuando el Padre le puso a prueba al descubrirse un cáncer, y a pesar de todo, su vida no cambió. Desde el primer momento lo asumió como algo natural, nunca salió de su boca un reproche, sino todo lo contrario, y la homilía de ese día la acababa con este párrafo: Y por fin quiero darte gracias por esta enfermedad que me has enviado. En mi profesión dije: “Me consagro a Dios Padre Todopoderoso. De modo que ya no es cosa mía, sino tuya. Estoy en tus manos. Como san Pablo te digo: si quieres llevarme a ti estoy preparado, si quieres que siga luchando aquí me tienes.

Y el señor quiso que durante dos años más siguiera luchando, construyendo colegio y Escuela Pía como si nada pasara y su vida siguiera igual, aunque por dentro llevara el dolor de su enfermedad. Han sido dos años de entrega, pero sobre todo de testimonio para aquellos que hemos estado a su alrededor, viendo su integridad y sobre todo su confianza en el Padre y en responder a lo que de él esperaba hasta el último día.

Y ese día llegó cuando el 3 de marzo, consciente de su realidad y limitaciones,  me pide que no puede seguir en casa, que por favor le llevemos a la Residencia para no ser una carga a la Comunidad, y prepararse sin sufrimiento para el encuentro con el Padre. Así lo hicimos; fueron solamente quince días, pues en la tarde del 16 de marzo, el Padre lo acogió en su paz.  En esos quince días se centró en la oración, en la reflexión y como me decía la víspera de morir “tranquilo, esperando que venga a buscarme” y se fue sin decir nada, y lo más importante en paz y sin sufrir.

Pedimos al Señor que le acoja en su Reino y le premie esa entrega generosa, sencilla y permanente que ha tenido en su vida como hijo de Calasanz, y que esta vida sea fermento de vida para nuestro colegio y toda la Escuela Pía, pues “si el grano de trigo cae en tierra y muere, dará mucho fruto”.(Jn. 12, 24)

Si comenzaba este recuerdo con las palabras del propio P. Alejandro, permitidme poner en su pensamiento las del gran poeta Antonio Machado, en su poema “Retrato”, que sin duda alguna reflejan lo que fue su final, como hombre de fe profunda,

Y cuando llegue el día del último viaje,

y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,

me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,

casi desnudo, como los hijos de la mar. 

Descansa en paz hermano en los brazos del Padre y la compañía de Calasanz

P. Enrique Rodríguez Varas

(Rector y nuevo Representante de la Titularidad)